Imagínese una película sin banda sonora. Intente visualizarla sin música o sin efectos que puedan reforzar lo que está explicando la imagen. ¿Es raro, verdad? Pues eso es lo que hacen Lourdes Blanco y Mercè Thomas, madre e hija, desde Art i Flor, en Rupià. Con sus flores, plantas y ramos componen la banda sonora floral de los grandes eventos que se celebran en el triángulo que forman Palafrugell, la Bisbal d´Empordà y Torroella de Montgrí. Diseñan techos de hiedra para acoger grandes banquetes, columnas como troncos de árboles, centros de flores en las mesas y, en definitiva, componen la nota de color siempre necesaria en estas celebraciones.
La semilla de la empresa la puso Pepita Esquena al abrir una tienda de plantas y material decorativo en Torroella de Montgrí hace casi sesenta años. Pronto abrió otras dos en L'Estartit, y cuando su hija, Lourdes, se inició, empezaron la decoración de bodas. Desde entonces ya no han parado y, de hecho, ahora Lourdes ya prepara el relevo a la tercera generación, Mercè, que hace unos cuatro años que le ayuda de la misma manera que ella hizo con su madre.
Desde 2005, su centro de operaciones es el taller instalado en el jardín de su casa, en Rupià, donde en los estantes se agolpan velas, candelabros, cintas, jarras, cestas y cualquier detalle que pueda ayudarlas a crear el ambiente que buscan. En medio de la estancia, una gran mesa con tijeras de poda, guantes y muestras de centros nos indican que su trabajo es totalmente artesanal. A pesar de haber montado ciento veinte bodas en un solo año o trabajado en cinco servicios en un solo día, ambas disfrutan personalizando cada fiesta de pies a cabeza.
Cuando reciben el encargo, dedican un rato a conocer a los protagonistas ya hablar con ellos para saber qué tienen en la cabeza. Combinando las ideas de los clientes con sus años de experiencia, comienzan a diseñar la decoración floral. «Es un trabajo muy creativo, en el que no estás unido», explican. «Buscamos siempre satisfacer los gustos de nuestros clientes, con la máxima calidad posible, y por eso si hemos quedado en algo, pero cuando vamos al mercado vemos que las flores en concreto no están guapas, buscamos un sustituto que garantice un mejor resultado.»
Juntas hacen memoria y recuerdan algunos encargos curiosos, como el de la pareja que les pedía un gran techo forrado de flores blancas cayendo en cascada o el castillo donde crearon un bosque culminado con una gran cubierta de encina y olivo. Todo ello, combinado con unos escenarios de película como los del hotel Castell d´Empordà o el Faro de San Sebastián. «Este trabajo te permite ir a fincas muy bonitas o a masías restauradas que no te imaginas que existen. ¡Vemos auténticas maravillas!»
Mercè mira atrás y recuerda sus primeros trabajos como contable delante de un ordenador. "Me costaba aguantarlo", reconoce. Y es que darse cuenta finalmente de que su sitio estaba en la empresa familiar, entre flores y plantas, lo ha llenado. Le gusta hablar con los clientes, realizar los montajes florales y sobre todo cuidar de sus propias flores. «No había nada publicado sobre cómo cultivar flores aquí, pero encontré a una chica de Estados Unidos que lo explica muy bien y me animé.» Sola, descubre dónde conseguir semillas, cómo tratarlas, ya base de prueba y error, ahora en casa tiene un jardín de peonias, tulipanes, dalias, zinnias, cosmos y amarantos. Busca dónde encontrar todo lo que se propone y cómo plantarlo porque «cuesta encontrar colores especiales; aquí sólo tenemos blanco, rojo, amarillo y rosa, pero hay mucha más gama.»
Hablando con ambas en su taller, no conseguimos averiguar quién lo pasa mejor con el trabajo, si madre o hija. Lo que sí sabemos es que todos aquellos que las buscan para decorar floralmente los días más importantes de su vida disfrutan satisfechos de una sinfonía floral que nunca decepciona.
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