Tiene una mirada noble, transparente, silenciosa, discreta. Una mirada iluminada por la luz de la sierra en la que vive comprometida con una especie que se encuentra en peligro de extinción, la vaca de la Albera.
Marta Carola nació en Barcelona, es bióloga y en su historial académico figura un doctorado y postdoctorado. Durante un tiempo se dedicó a la investigación pero se despidió para dedicarse de lleno a la vida rural en estas montañas repartidas entre el Alt Empordà y la Catalunya Nord. Las tierras de Baussitges, en el pequeño municipio de Espolla, se convirtieron en su centro del mundo. No le eran del todo extrañas porque tenía raíces familiares y porque con su hermano había emprendido un pequeño negocio de embutidos de cerdo ibérico. Más tarde le echaría una mano con los olivos, con la reconversión hacia la agricultura ecológica, con el mantenimiento de los campos y con la vaca, la vaca de la Albera. Dice que en realidad fue él quien impulsó el proyecto de recuperación de este animal que hace siglos que habita la cordillera pero, desde hace una década, es ella la cara visible. No se cansa de explicar que la vaca de la Albera es una raza autóctona que no se ha mezclado con ninguna otra, una vaca rústica, fuerte, resistente, espabilada y ágil. Si tiene que saltar, salta, porque es menor que las vacas que vemos por los prados. Incluso se alimenta diferente, más bien como los herbívoros salvajes: come hierba pero también ramas, brotes, rebrotes y frutos silvestres. Está muy adaptada a la montaña y, por eso, la califica de desbrozadora nata, una característica que la convierte en una herramienta muy eficaz en la lucha contra los incendios forestales. De ahí su función ecológica, de ahí que proteger esta vaca sea proteger el territorio, de ahí su compromiso personal para derribar la etiqueta “en extinción”. Su desaparición, dice, supondría una gran pérdida de información, empequeñecer la diversidad natural y renunciar a la posibilidad de que más personas desarrollen proyectos ganaderos.
Ni agua ni pastos
La comunidad de vacas de Baussitges ronda actualmente los 500 ejemplares, a razón de 1 macho por cada 25 hembras. En primavera y verano coronan las cimas, pero a finales de otoño bajan a los valles de la finca y hacen vida aquí, lo que significa que hace falta agua y pastos para completar su alimentación. El agua es un recurso natural cada vez más escaso y si hay mucha sequía tiene que llevarse de manera artificial, y de prados de pasto la finca tiene 20 hectáreas, cuando lo ideal para abastecer tanto ganado sería unas 200. No es un tema menor, cada año las terneras crían y sólo los terneros machos se destinan al consumo de carne. Por tanto, el grupo va creciendo con las hembras y aumenta el riesgo de sobreexplotación de la tierra y el riesgo de romper el delicado equilibrio natural. Todo esto lo explica, sin perder la sonrisa, Marta Carola, no la abandona ni cuando pronuncia dos palabras que lamentablemente podrían ir una junto a la otra: futuro y ruina.
Por más ganas e ilusión que haya, es imprescindible encontrar recursos económicos y personas. Dinero para hacer frente a la recuperación de antiguos prados y terrazas ahora impracticables. Y personas que se animen a llevarse ejemplares hacia sus propiedades para limpiar bosques y hacia sus explotaciones ganaderas para sacar provecho de una carne ecológica tan preciada como desconocida. Ya hay algunas comunidades de vaca de la Albera esparcidas por Catalunya, pero todavía no es suficiente.
El papel divulgador de la Asociación
Con sus colaboradores, creó hace unos años la Asociación Baussitges d'Amics de la Vaca de la Albera, una entidad sin ánimo de lucro que vela por la conservación, expansión, mejora genética y promoción de esta especie. Es la asociación quien decide la cesión de los animales siempre que se cumplan una serie de requisitos –que no se mezclen con otras razas, por ejemplo– y también quien ha convertido la jornada 'esquellada' del mes de febrero en un acto de puertas abiertas. Tradicionalmente, era un día dedicado al recuento de esquellas (cencerros, en catalán) y pasar revista al rebaño, y se terminaba con una comida con los pastores de la Catalunya Nord que se desplazaban para ayudar. Esta comida, que siempre busca y agradece manos voluntarias, se ha recuperado y se celebra como colofón al trabajo hecho y cuando el ganado ha pasado los controles sanitarios, los ganaderos han recibido información y se ha atendido con gusto y ganas a los medios de comunicación. Porque hacer difusión es básico. Solo así se despierta interés, surgen alianzas y compromisos, se puede optar a más recursos y ampliar el camino hacia el gremio de la restauración, el de las carnicerías y hacia el pequeño consumidor. Así de simple y así de complicada es la combinación que busca Marta Carola y que evitará la pérdida de una vaca que ahora mismo, en algún rincón de la Albera, pasta ajena al ruido del mundo.
Baussitges – Espolla
www.baussitges.com
T 679 166 045
Ig @vacadelalbera