Pocos artistas pueden decir que tienen una de sus obras viajando por el espacio exterior. Daniel Zerbst, sí. Se trata de un enorme friso panorámico de siete metros de longitud elegido por la NASA para ir a bordo de la nave Osiris Rex hasta un misterioso asteroide de nombre Bennu. Maestro tanto en grandes como en pequeñas dimensiones, su formación como orfebre se traduce en unos trabajos que mezclan minuciosamente collage, óleo, acuarela, lápiz o tinta para conseguir escenografías distópicas de aire narcotizante que nos trasladan a alguna realidad paralela lela oa un futuro incierto. Sus obras -pinturas, collages, vídeos y diorames- son, pues, un ejercicio de historia-ficción en la que colisionan personajes salidos del cine de Hollywood, dibujos animados de factoría americana, artistas de striptease y políticos de G5.
Entre sus referentes podríamos encontrar las atmósferas surrealistas de Dalí, los collages dadaístas de Hannah Höch, los paisajes metafísicos de De Chirico o la literatura del Marqués de Sade, Lewis Carrol, Philip K. Dick o Georges Bataille.
De todos los lugares del mundo, el Empordà es lo que le da la fuerza y la calma necesarias para enfrentarse a una «sociedad enloquecida». Por eso no es de extrañar si vemos unas arquitecturas futuristas elevarse en medio de una orografía ondulante que recuerda la Albera o robots que conviven con animales salvajes y flores silvestres de los Humedales.
(Braunschweig, Alemanya, 1974) Cadaqués
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