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Paraje de Tudela

EL SEGUNDO DESPERTAR
Por Emma Aixalà Fotos Andrea Ferrés

Es un lugar inhóspito, salvaje, energético, inspirador. El propio Salvador Dalí capturó sombras, formas y volúmenes y las liberó en algunas de sus obras más icónicas. En los años sesenta un complejo turístico le deformó y le arrancó su esencia hasta que, unas décadas después, la declaración de Parque Natural del Cabo de Creus y un proyecto de restauración ambiental le devolvió la pureza que nunca debería haber robado.

El paraje de Tudela se encuentra a pocos kilómetros de Cadaqués, pero cualquier persona que visite este espacio por primera vez se preguntará si no ha llegado a otro mundo, a un planeta desnudo de seres humanos, desnudo de casi todo excepto de vida. Es un lugar poderoso donde el mar de Amunt, el viento del norte y las rocas metamórficas juegan con furia y sin descanso desde hace milenios. Van erosionando el paisaje transformándolo en un tesoro geológico único en el mundo y esculpiendo una maravillosa galería abierta de figuras realistas y surrealistas.

Los años del Club Med

Fue esta singularidad del paraje de Tudela y la playa y la cala Culip, muy cerca, lo que en los años cincuenta llamó la atención del Club Méditerranée. La compañía de capital francés llevaba tiempo impulsando ciudades de vacaciones tanto de verano como de invierno en puntos privilegiados del planeta, y Tudela se sumó a su catálogo con un complejo turístico que tenía capacidad para mil doscientas personas. Ocupaba unas noventa hectáreas de terreno y se construyeron más de cuatrocientas edificaciones, pequeñas y blancas como casitas de pescadores, agrupadas y esparcidas sobre las rocas. Un bar restaurante, una piscina y un anfiteatro eran algunos de los servicios complementarios al servicio de los huéspedes. El Club Med se inauguró en 1962 con una gran expectación y estuvo en funcionamiento con el éxito esperado casi cuatro décadas, hasta que en 1998 se aprobó la ley de protección del cabo de Creus y su entorno marino, con la cual se creó el primer parque natural marítimo y terrestre del país. Fue el principio del fin para el Club Med, que clausuró el recinto en verano de 2004.

El camino de la recuperación

Las hemerotecas recogen la cronología del largo camino que hizo este paraje para recuperar al máximo su estado original. Para empezar, en 2005 el ministerio de Medio Ambiente compró los terrenos después de una expropiación pactada con la propiedad del Club. Al año siguiente se redactó el proyecto de desmantelamiento y restauración ambiental que deberían llevar a cabo tanto el gobierno central como la Generalitat de Catalunya. Entre 2007 y 2009, se ejecutaron las obras y, finalmente, en 2010, Tudela renació.

Las fases del proyecto

El plan lo desarrollaron los estudios EMF-Martí Franch y J/T Ardèvol y Associats y, como era de esperar, fue complejo y se completó en varias fases. Una de ellas se centró en la extracción de la flora exótica invasora y las plantas ornamentales del club que se habían dispersado y desplazado de forma alarmante a las especies autóctonas. Otra fue la paciente labor de derribo de todas y cada una de las edificaciones existentes, del sistema viario y de las estructuras de hormigón que daban acceso a las calas y playas; para ello, se optó por un sistema de deconstrucción selectiva por ámbitos. También se gestionó los escombros generados, una tarea que obligó a clasificar más de cuarenta mil metros cúbicos de residuos ya reciclar casi la totalidad de los materiales con un doble objetivo: minimizar el transporte y evitar en lo posible las emisiones de CO2.

Con el terreno limpio y las heridas abiertas, se rehizo la orografía y los drenajes naturales del suelo para facilitar que tierra y mar recuperaran las dinámicas y, con un poco de tiempo y de suerte, sus ecosistemas primitivos. El último punto supuso la reordenación del entorno para mostrar al futuro visitante su belleza y excepcionalidad a través de un recorrido didáctico.

El premio más valioso

Todo este conjunto de actuaciones mereció varios galardones, entre ellos el premio de Arquitectura de las Comarcas de Girona, el europeo de Paisaje Rosa Barba o el de la Asociación Americana de Arquitectos del Paisaje. Pero, posiblemente, lo mejor de todos es poder subir a la carretera que lleva hasta el parking y dirigirse al mirador del Camell. Porque es aquí donde la mirada se despliega sin límites y donde podemos comprobar que sí, que en este rincón de mundo, remoto y salvaje, la naturaleza ahora reina en solitario y que el mar y el viento siguen recortando esta mano de rocas que emerge de las profundidades del Mediterráneo.

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