Un equipo de hábiles marineros con los conocimientos apropiados y una flota modesta aún pueden surcar las aguas de su costa y tener un buen día de pesca. Y esta captura, con la ayuda de una lonja adecuada, se puede compartir a diario con la comunidad para ofrecer un producto de calidad: pescado de proximidad, apenas manipulado, acabado de bajar de la barca. Puede parecer sencillo, pero el significado de calidad va más allá de la ración comestible de aquel filete de pescado sabroso que se anuncia en la carta de tu restaurante favorito. La diferencia radica en el proceso: como ha sido pescado, quien lo ha hecho y cuándo y, sobre todo, por qué. Estos detalles distinguen la pesca destinada a satisfacer la demanda -fundamentada en el capital- de un sistema industrial en imparable crecimiento del pescado capturado para alimentar a tus vecinos.
La necesidad actual de una pesca sostenible es hoy mayor que nunca. En los supermercados, los consumidores estamos expuestos a una oferta excesiva de pescado criado en piscifactorías o capturado con métodos que suponen tanto una explotación de los pescadores como un deterioro del medio ambiente. Esta práctica a escala industrial no sólo fracasa a la hora de proporcionar los nutrientes adecuados al consumidor sino que destruye los habitantes del océano, su medio y, por extensión, las comunidades costeras que viven del mar. Si observamos el funcionamiento de las sociedades desarrolladas, se hace evidente que los lobbies resultan un grupo de presión mucho más potente de cara a las regulaciones gubernamentales que las pequeñas empresas. Y esto añade una dificultad al juego de la pesca a pequeña escala, que trata de cumplir las normas establecidas para garantizar el equilibrio del mercado global. Así, cada vez más, cuesta encontrar jóvenes ambiciosos que quieran embarcarse en esta carrera difícil.
Esta apuesta por la calidad -ofrecer a la comunidad la pesca del día- no es tan sencilla. El encuentro con Rafael Llinares nos hace darnos cuenta de todo lo que implica para un pescador dedicado a satisfacer la demanda local el objetivo de continuar la tradición de la pesca a pequeña escala. El compromiso personal es lo que garantiza el funcionamiento del proceso y la buena salud del producto, a la vez que nos proporciona las deliciosas capturas del día. Después de toda una vida pescando, Rafel nos habla desde la conciencia de la dirección que está tomando su oficio. Sentados en un café del pintoresco paseo de Cadaqués, sus palabras nos dejan ver toda la pasión y el interés por su trabajo, mientras nos cuenta las diferencias entre antes y ahora: antiguamente, el hecho de tener menos competencia en el palco, menos embarcaciones al agua y un cuidado mayor del ecosistema no sólo incrementaba la pesca sino que la volvía más fácil.
Aunque se hizo pescador justo cuando el oficio a pequeña escala comenzaba a desaparecer, casi 30 años atrás, Rafel sigue ofreciendo en Cadaqués, diariamente, el resultado de su jornada en el mar. Pero no para siempre. La falta de interés por parte de las nuevas generaciones contrasta con su deseo de transmitir toda su cultura no escrita, cultivada a lo largo de los años, y decanta la balanza hacia la fórmula de éxito del sistema global. A primera vista, su rutina es sencilla: tirar las redes de noche y recogerlas al día siguiente muy temprano. Después de subir el pescado a la barca, refrescar rápidamente la captura sólo con hielo y agua de mar, encaminarse a tierra firme y ofrecerla al pueblo. Si no nace un interés por parte de la gente más joven, esta historia terminará pronto. Y es que la apuesta va más allá del deseo personal: tiene que ver con una firme voluntad real de continuar pescando para un pueblo, defendiendo el comercio artesanal del pescado, pero, desgraciadamente, puede que esta voluntad ya no sea suficiente. Con todo, Rafel todavía habla para todo el que lo quiera escuchar. Y ofrece la oportunidad de acompañarlo en sus salidas al mar, ya sea a futuros pescadores, a un padre que quiera enseñar a su hija las bellezas del mundo que queda más allá de la costa o incluso a un turista interesado en vivir una experiencia auténtica. Una cosa es segura: es ahora o nunca.
Podemos ver en Rafael y su equipo zarpando de Port Lligat en una de sus barcas, o en ambas, Felicidad y Las tres hermanas. A la vuelta, quizás los encontraremos por el pueblo, en sus rutas diarias para vender el pescado recién pescado. Además de proporcionar las variedades más comunes, una de las características de la pesca sostenible consiste en llevar a tierra lo que el mar ofrece: dentón, muelle, cabracho, pez rey y pejerrey son todos ellos peces de la zona que se encuentran fácilmente en temporada y que, cocinados apropiadamente, se convierten tan deliciosos como las especies a las que estamos más acostumbrados.
No os apetece aprender a cocinar un plato que no ha probado nunca? Déjese convencer por el pescador del pueblo sobre las delicias de estos peces y, a la vez, vuelva su cena más sostenible.//
El pescador Rafael Llinares que traspasó el otoño del 2020. La orilla de Portlligat cuenta ahora con una placa conmemorativa en su honor con el texto «En recuerdo de Rafael Llinares (1958-2020) amigo, pescador, hombre incansable. Fue vida y energía de esa orilla durante décadas».