Bernat Daviu es artista y codirige la galería de arte Bombon Projects. Su práctica artística se centra en la creación de imágenes con capas discordantes de significado que a menudo abordan las contradicciones entre el arte y la vida. La pintura está presente en la mayoría de sus proyectos -junto al vídeo, el diseño de vestuario, la comida o la performance- medios que le permiten relacionarse con lugares y personas de diferentes disciplinas.
Una de las piezas que forma parte de tu instalación Just before the end of painting es un vídeo que, desde un dispositivo móvil, muestra una sucesión de obras de arte de forma muy rápida. Es una alusión al fenómeno Life Review Experience, según el cual justo antes de morir veríamos de nuevo los momentos más importantes de nuestra vida. Sin querer sonar demasiado tétrica, ¿qué imágenes del Empordà crees que se te aparecerían? ¿Qué historias y paisajes ampurdaneses tienes grabados en la retina?
Si pienso ahora en imágenes, me viene a la cabeza el día a día de cuando era niño, y eso que viví en el Empordà hasta los dieciocho años. Recuerdo cuando jugaba a fútbol en la calle, cuando hacíamos cabañas en el bosque, cuando íbamos en bici a Fitor, el hombre que paseaba la vaca por el pueblo como si fuera su perro, etc.
Imagino que con el tiempo todo esto ha ido cambiando...
Diría que antes no era un sitio tan masificado. Los veranos en el Empordà son muy heavies y parece que cada vez aumenta. Ahora, por ejemplo, no veo a niños y niñas en Fonteta jugando en la calle como si fuera el patio de su casa.
Actualmente, ¿qué relación tienes con Fonteta? ¿Pasas temporadas largas? ¿Vas los veranos? ¿Algunos fines de semana?
Mis padres todavía viven, pero voy relativamente poco. En verano es cuando Joana (Roda) y yo subimos más. Tienen que ver las exposiciones que montamos cada verano con las galerías Nogueras Blanchard y Joan Prats. Me gustaría pasar temporadas más largas trabajando en el estudio que tengo, en el antiguo taller donde mi padre antes restauraba muebles. Pero esto por el momento es más un deseo que una realidad. Como me toca viajar bastante durante el año, focalizo casi toda mi producción en el estudio que tengo en Barcelona. Los espacios de trabajo deben ser vividos, si no, es difícil que salgan cosas interesantes.
También has organizado un evento pop-up vinculado a la galería que codiriges en Barcelona con Joana Roda, Bombon projects.
Sí, en la antigua tienda de mis padres, aunque este año cambiemos de sitio. Es una propuesta que empezamos hace tres años, era ese momento en el que nadie sabía muy bien lo que pasaría y estábamos todos parados. Justamente coincidió en que mi padre se había jubilado unos meses antes de que llegara la pandemia de covid y la tienda había quedado vacía. Me hacía ilusión hacer algo en Fonteta, y con Joana nos dimos cuenta de que eran el lugar y el momento ideales. Como galería, lo que quieres es realizar proyectos y mostrar el trabajo de los artistas, pero todavía no se podía viajar y sabíamos que allí en verano hay mucho movimiento. Con el tiempo se han sumado las galerías Joan Prats y Nogueras Blanchard y se ha convertido en un proyecto colaborativo muy bonito.
Me gustaría preguntarte ahora sobre tu práctica artística. ¿Dirías que la pintura es el eje central en torno al cual pivotan las demás disciplinas?
Sí que es la pintura lo que de algún modo vertebra mi trabajo. En realidad, es muy fácil de explicar: yo empiezo de pequeño a dibujar y, sobre todo, a dibujar viñetas cómicas. Todo con mucho cachondeo, riéndome de todo y de todos. Con Rita Ester, en la Escuela Municipal de Artes Plásticas de la Bisbal de Empordà, aprendo a pintar. Pero, pasados los años, me siento limitado con el formato cuadro, necesito romper con la pasividad del objeto y activarlo. Y es cuando se me ocurrió que, si el apoyo de mi obra era la tela, ¿por qué no podía desligarla del bastidor y hacer vestidos? Esto me permitió ampliar sus posibilidades e iniciar colaboraciones con otra gente.
¿Y qué importancia tienen para ti las prácticas colaborativas?
Realmente son la clave. Trabajar acompañado me ha hecho mejor artista y seguro que también ha hecho mi más interesante obra.
¿Y dónde queda el trabajo en solitario?
Cuando pinto, sigo trabajando de la manera quizás más convencional, que consiste en estar solo en el estudio, dando vueltas y más vueltas a las ideas; es un diálogo conmigo mismo y con la historia de la pintura. A veces necesito estar solo en el estudio en este proceso más introspectivo, y otras necesito salir y realizar proyectos con otra gente. Se trata de compaginar dos formas de trabajar muy diferentes, saltar de un lugar a otro, tanto por necesidades prácticas como vitales.
Otro de los componentes que vertebra casi todo tu trabajo es el humor, un claro acercamiento irónico que diría que permite rebajar la gravedad de las cosas.
Sí, sí. Las viñetas cómicas que hacía de pequeño, en las que me reía de los políticos, de los futbolistas o de las noticias creo que son el punto de partida de mi trabajo. Ahora utilizo otro lenguaje, pero el humor y la ironía siguen muy presentes.
Las referencias al arte moderno son también recurrentes en tu obra. Por ti, ¿cuáles son los grandes referentes?
Hay un tema que encuentro bastante curioso y es que me tienden a gustar cosas que visualmente nada tienen que ver con lo que yo hago, desde el cómic underground de Crumb a las obras místicas de Josep Maria de Sucre. Sin embargo, sí es verdad que también hay artistas, como por ejemplo Blinky Palermo —o Ángela de la Cruz, con quien he tenido la suerte de trabajar—, que han jugado un papel determinante en mi obra y que por en lo que respecta al lenguaje son más cercanos a lo que yo hago.