Tres paisajes en un parque que, en realidad, son unos cuantos más. El macizo del Montgrí, las islas Medes y la llanura del Baix Ter, son tan sólo una muestra de lo que nos ofrece este parque natural: la diversidad. Diversidad de paisajes, de especies, de hábitats, de pueblos, de historia, de itinerarios, de experiencias, de formas de conocer y amar nuestro patrimonio, nuestro hogar.
Empiezo la excursión desde la ermita de Santa Caterina en dirección al cuello de Puig Roig. La ermita, que fue construida a finales del siglo xiv, queda escondida en el interior del valle de Santa Caterina, en el norte de las montañas de Ullà, Santa Caterina y Montplà. La temperatura es de lo más agradable, y un cielo medio nublado invita a disfrutar tranquilamente del paseo. La naturaleza me rodea. Los prados secos, la gran variedad de orquídeas, el búho real, el águila perdicera, el cormorán moñudo y los murciélagos son algunos de los tesoros vivos del macizo. La garriga y el pino blanco ocupan la mayor extensión del macizo, y destaca también la duna continental con musgos y pinos, muy rara en el contexto mediterráneo. Los rapaces destacan entre las especies de aves que nidifican en el Montgrí.
A medida que avanzo, se abren ante mí nuevos horizontes, escondidos tras las crestas, que dan una idea de la gran dimensión de este parque, donde se pueden encontrar hasta 38 hábitats naturales y 32 elementos patrimoniales declarados Bien Cultural de Interés Nacional. El parque cuenta con casi 180 kilómetros de itinerarios señalizados para hacer a pie o en bicicleta. En total, la superficie del parque natural ocupa más de 8.000 hectáreas, 2.000 de las cuales, marítimas, casi un 70% del territorio de Torroella de Montgrí y L'Estartit es protegido. A finales de 2016, el Parque Natural del Montgrí, las Illes Medes y el Baix Ter recibió en Bruselas el CETS, la prestigiosa Carta Europea de Turismo Sostenible, que premia el compromiso del colectivo formado por los gestores de los espacios naturales, los empresarios y colaboradores locales de llevar a cabo una estrategia que favorezca el turismo sostenible cumpliendo unos principios de protección y promoción del patrimonio cultural y natural, y la difusión de las cualidades de la zona y sus productos turísticos.
Continúo la excursión hacia el Montplà, en dirección al castillo del Montgrí. El Montplà, con 310,8 metros, es la montaña más alta del macizo. Las vistas desde este mirador son realmente espectaculares. L'Estartit y las islas Medes a la derecha, delante de mí una parte del Baix Ter y a la izquierda el golfo de Roses.
Antes de la última subida se llega al cuello de en Garrigàs. Este es un punto muy interesante desde donde podemos observar, desde hace unos años, algunos individuos de cabra montés (Capra pyrenaica), que suelen situarse en la zona más rocosa del macizo, tumbadas en las rocas o en la cresta. Estos animales ocuparon el macizo del Montgrí tras el abandono del antiguo Parque Animal de Sobrestany, una instalación privada que fue clausurada en 2008. Los individuos escapados se adaptaron al medio y se han ido reproduciendo, hasta conformar una población estable que, según los diferentes censos que se han hecho, es de más de 150 individuos, la mayoría nacidos de manera completamente salvaje.
Llegados a este punto de la ruta, me queda una corta subida hasta la cima del castillo del Montgrí; el paraje es espectacular. El castillo es una fortificación militar construida entre 1294 y 1301 por orden del rey Jaume II con motivo del conflicto entre los condes de Empúries y los condes de Barcelona. La resolución del conflicto por la vía pacífica dejó la obra inconclusa. Desde entonces, el castillo se ha convertido en un símbolo de estas tierras; en palabras de Josep Pla, «el botón de rueda del Empordà».
Termino la ruta al pie del macizo, en el Espacio Montgrí, situado en la calle Pau Casals de Torroella, donde recientemente han rehabilitado la zona para mejorar el acceso. Saco lápiz y papel y escribo estas líneas. Apenas he podido plasmar cuatro pinceladas del rico patrimonio de este territorio; los municipios que abarca, el amplio abanico de actividades que se pueden hacer, la extensa variedad de flora y fauna que la habita, la historia que esconden sus piedras, la gastronomía ... Cuando termine la excursión me acercaré al Museo del Mediterráneo, donde se encuentra el centro de interpretación y documentación del parque. Hay algo, sin embargo, que no puede ser dicho por grande que fuera la extensión de este artículo; la paz plena que respiran estos parajes. //