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Jordi Pigem

«REDESCUBRIR EL HECHIZO DE LA VIDA»
Por Gabriel Ventura Fotos Andrea Ferrés

Jordi Pigem (Barcelona, ​​1964) es uno de los filósofos de la ciencia más importantes de nuestro país. Especialista en la obra de Raimon Panikkar, fue coordinador de la revista Integral entre 1989 y 1992 y profesor del Área de Filosofía del Masters in Holistic Science del Schumacher College (Universidad de Plymouth, Inglaterra). Ha recibido el Premio de Filosofía del Instituto de Estudios Catalanes, el Resurgence o el Joan Maragall de ensayo. Su obra trata cuestiones de ecología, pensamiento sistémico o la relación entre conciencia y tecnología. Es autor de numerosos libros, entre los que destacan, últimamente, Inteligencia vital: una visión postmaterialista de la vida y la conciencia (Kairós, 2016) y Ángeles y Robots: la interioridad humana en la sociedad hipertecnológica (Viena Ediciones, 2017) . Hace 14 años que vive en la Escala. Nos encontramos con él en el hostal Empúries un luminoso mañana de finales de abril.

En uno de tus libros ofreces una visión postmaterialista de la sociedad. ¿Qué es el postmaterialismo? 

Postmaterialismo es un término que utilizan los sociólogos desde hace más de cuarenta años para referirse a un tipo de valores centrados en la participación ciudadana, el interés por la ecología y el respeto a la diversidad, en contraste con los valores que llaman materialistas, centrados en la seguridad económica y militar. La visión del mundo que hemos adoptado en los últimos siglos parte de la premisa de que sólo existe lo que es tangible y cuantificable, y eso lo dicen literalmente dos grandes padres de la ciencia moderna como Galileo y Descartes. Según esta perspectiva (que ha acabado definiendo la visión occidental del mundo), longitud, peso y aceleración son valores reales y, en cambio, colores, olores y sabores, belleza y justicia, placer y dolor son valores subjetivos. El postmaterialismo, que está en consonancia con la ciencia de vanguardia, pone en primer plano lo que es cualitativo o intangible, como la interioridad humana, en vez de los ideales materialistas de control, cuantificación y posesión. 

A qué te refieres cuando hablas de inteligencia vital? En podrías dar algún ejemplo? 

El concepto de «inteligencia vital» nace tras la lectura de artículos de las revistas científicas más rigurosas, como Nature o Science. Llegué a la conclusión de que lo que define la vida es la inteligencia, es decir, la capacidad de encontrar respuestas nuevas a situaciones sin precedentes. Se ha comprobado que las plantas tienen capacidad de memoria y aprendizaje y que seres unicelulares pueden encontrar la manera más efectiva de cruzar un laberinto. En cambio, las máquinas o los robots, es decir, lo que se denomina «inteligencia artificial» no es más que la aplicación mecánica de algoritmos y reglas programados previamente. Del mismo modo que una flor de plástico no es en realidad una flor, la llamada inteligencia artificial sólo es inteligencia en apariencia. Por ejemplo: el traductor de Google nunca podrá traducir un poema como lo hacemos los humanos. Para traducir un verso primero hay que entenderlo. Y la máquina no entiende. No tiene experiencia, no tiene interioridad. En cambio, algunas plantas, animales o seres unicelulares son capaces de encontrar soluciones a problemas que nosotros, los humanos, no sabríamos resolver. La «inteligencia vital» es una manera de redescubrir el encanto de la vida, de romper el espejismo de que las máquinas pueden ser como nosotros.

Así pues, plantas, bacterias y otros animales tienen conciencia? 

La Declaración de Cambridge sobre la Conciencia (2012), firmada por algunos de los mejores neurocientíficos del mundo y también por Stephen Hawking, afirma que a día de hoy hemos comprobado que los mamíferos y pájaros tienen capacidades neurológicas análogas a las nuestras y estados de ánimo correlativos. Lo que es evidente es que el grado de autoconciencia que poseemos los humanos no lo encontramos en otros organismos. Nuestro lenguaje es una creación mucho más sofisticada que el lenguaje de las ballenas o los delfines. Ahora bien, todos los seres vivos tienen una experiencia del exterior, incluso un ser unicelular, que a partir de las sensaciones de su entorno se orienta hacia lo que lo nutre y evita lo que es tóxico.

Como podemos aplicar los valores post en nuestra vida cotidiana? 

En primer lugar, tomando más conciencia de lo local: protegiendo y respetando los ecosistemas más cercanos, velando por lo que es propio de cada territorio. Y, en segundo lugar -y esto es más sutil o menos evidente- desarrollando la intuición y la vida interior. Esto liga con un concepto que Raimon Pannikar llamaba ecosofía. Él decía que además de ecología necesitamos ecosofía. La ecología es la ciencia que estudia el funcionamiento de los ecosistemas y la ecosofía, la sabiduría que integra y supera este conocimiento. La ecosofía es una visión más profunda, más integral de nuestra relación con el mundo.

Finalmente, ¿cuál es tu visión del Empordà?

Nací en Barcelona, pero por parte de padre mis abuelos son ambos ampurdaneses. Tras ser profesor en Inglaterra, cuando me tocó volver, vi que prefería vivir aquí que en la gran ciudad. La Escala es un lugar privilegiado entre los Pirineos y el Mediterráneo que cuenta con el legado de los griegos y los íberos, una cultura de la que tenemos muchísimas inscripciones que no sabemos leer. En la Escala tienes el azul del mar, el verde de los pinares y el blanco de la nieve del Canigó. También tenemos cada vez más ruido y obras que parece que nunca se acaban, pero aún queda algo del encanto que ha atraído tanta gente desde hace miles de años.