A pocos kilómetros del conjunto monumental de Pals, justo donde la silueta del macizo del Montgrí es perfecta, hay un camino de tierra. Es agradable, tranquilo y sinuoso como la aventura de la bodega que encontramos al final del trayecto, Mas Geli.
Ésta es una historia familiar que comienza en el 2014, pero que estalló en forma de ensueño mucho antes. Fue cuando Maribel Cansell y Lluís Pérez se establecieron en Granollers los primeros años de su vida en común y añoraban su Empordà natal cada minuto. La fantasía fue creciendo a medida que lo hacían sus hijos, Lluís y Anna, y fue tomando forma con cada viaje que hacían juntos para pasear entre viñedos, visitar bodegas y entablarse en restaurantes. Hace diez años, cuando los cuatro pusieron las manos en el suelo para plantar la primera cepa, la bodega Mas Geli se hacía definitivamente realidad.
«Desde pequeños los padres nos han transmitido la idea de este proyecto familiar: vivir juntos en el Empordà, tener un pequeño viñedo y elaborar un vino propio», resume Anna con su inseparable sonrisa. Transmite un amor por el trabajo que no puede ser más profundo: «Nos educaron con la convicción de que trabajar es una manera de satisfacer las pasiones, así que nos hemos espabilado en encontrar nuestra afición y convertirla en un estilo de vida» . Lo han hecho con el mundo del vino, pero también con el arte y la música, que también entusiasma a los dos hermanos: él es compositor de bandas sonoras de películas y director de orquestas y corales, y ella tiene la carrera de 'Arte Dramático y una trayectoria musical en el grupo vocal In Crescendo, compartida con Lluís. Inevitablemente, la música envuelve a Mas Geli al igual que una clave de sol enlaza las líneas sueltas del pentagrama. Lo hace cuando sopla la tramontana, cuando llueve sobre el terrón seco, cuando pueden los viñedos, cuando prensan las uvas, cuando llenan cada botella y bautizan cada vino con el nombre de Solista, Notes o La Gran Noche, un vino que es todo un espectáculo porqué se ha elaborado en huevos de granito con mínima intervención y que celebra los diez años de la bodega.
El balance de una década
Con la mirada fijada en el futuro, toda la familia de la bodega Mas Geli puede reivindicarse agricultora porque han conseguido plantar quince hectáreas de viñedo ecológico con variedades autóctonas, como las garnachas blanca, roja y tinta, la mazuela blanca y negra o el subirat pariente . Las cuidan como si de un jardín se tratara. También se pueden reivindicar sumilleres, porque tienen la formación y porque poco a poco han diseñado un plan de visitas guiadas y degustaciones que dejan huella. Y pueden seguir reivindicándose músicos, porque han impulsado el Mas Geli Fest, un festival de verano con vino, gastronomía y música justo en ese momento en el que el sol se esconde detrás de las montañas del Canigó. Lejos de ser un final, es el preludio de una larga historia de amor por el Empordà.