Ante el cambio climático que nos amenaza, urge desplegar las energías renovables y reducir el consumo energético. Entre las diferentes energías renovables, encontramos la eólica marina, que ha experimentado un importante auge en Mar del Norte y en el Báltico. Sin embargo, no se pueden importar directamente modelos de los mares nórdicos en el Mediterráneo, ya que el Mare Nostrum tiene una plataforma continental más estrecha y más heterogénea y una proporción de especies y hábitats amenazados más elevada que en los mares del norte de Europa.
Aunque los beneficios de los parques eólicos marinos en cuanto a la reducción de emisiones de gases causantes del efecto invernadero son cuantificables y potencialmente beneficiosos para luchar contra la emergencia climática, los riesgos de implementar estos parques eólicos en un mar como el Mediterráneo, ecológicamente frágil, diverso y sujeto a múltiples presiones humanas, no han sido todavía bien evaluados y, teniendo en cuenta el principio de precaución, no debemos ignorarlos. Aunque supuestamente los parques eólicos flotantes tienen un impacto menor sobre el medio marino que los parques eólicos fijos (tradicionales), todavía no existen evaluaciones sobre las repercusiones reales y acumulativas de este tipo de instalaciones. Las primeras pruebas piloto (con pocos aerogeneradores flotantes) se están realizando en algunos países como Reino Unido y Estados Unidos.
El estudio científico que hemos realizado recientemente (y que continúa a toda vela con el proyecto BIOPAIS financiado por la Fundación Biodiversidad
Las estructuras de los aerogeneradores «flotantes» que quieren implementarse en el cabo de Creus y en el golfo de Roses (y en general en el Mediterráneo) son complejas. Bajo el agua, requieren sistemas de amarre y anclajes de grandes dimensiones que pueden afectar a la integridad del fondo marino, donde encontramos diferentes hábitats protegidos por normativa europea. Además, los mamíferos marinos pueden chocar o enredarse con el cableado. Estas plataformas flotantes son también una fuente de atracción de especies invasoras o de especies oportunistas que pueden alterar el frágil balance local de biodiversidad. Además, los sonidos, vibraciones y campos electromagnéticos de los cables pueden afectar a diferentes especies marinas, entre ellas protegidas por normativa europea.
Los aerogeneradores flotantes, que suelen medir más de 250 metros de altura, pueden modificar la dinámica local de corrientes atmosféricas y oceánicas, y disminuir la disponibilidad de nutrientes para el plancton, dado que la disminución del viento que provocan hace que la columna de agua se mezcle menos. Este hecho puede afectar a la producción en un mar típicamente pobre en nutrientes como es el Mediterráneo. También hay que tener en cuenta los riesgos de accidentes asociados a fenómenos meteorológicos extremos, que serán cada vez más habituales con el cambio climático, y los riesgos inherentes a los propios aerogeneradores, como la caída de la estructura en mar y los choques de barcos.
Los impactos ecológicos de los parques eólicos marinos pueden ser especialmente severos en zonas de gran biodiversidad y fragilidad como el cabo de Creus y el golfo de Roses. En este punto confluyen hasta ocho áreas marinas protegidas reconocidas tanto a nivel nacional como internacional (la mayoría son zonas Natura 2000, reconocidas por la Comisión Europea), además de dos cotos de pesca establecidos por los pescadores y la administración para recuperar los stocks pesqueros y sus hábitats, uno de los cuales (coto de la merluza de Roses) quedaría plenamente afectado por los aerogeneradores.
Por último, hay que tener en cuenta que los impactos no se limitarán sólo a la costa, sino también a los municipios del prelitoral. Estas poblaciones tendrán que acoger infraestructuras (carreteras de acceso, subestaciones eléctricas, líneas de transmisión de electricidad o estructuras temporales) que pueden dañar ecosistemas frágiles como, por ejemplo, humedales.
Además de preservar la biodiversidad marina para asegurar la salud del mar y de las actividades locales que dependen (pesca y turismo), es necesario mantener la biodiversidad marina para luchar contra el cambio climático y mitigar sus efectos, ya que se debe demostrado que los hábitats marinos tienen un gran potencial de almacenamiento de carbono y constituyen una solución a esta problemática basada en la propia naturaleza. Además, los ecosistemas con mayor biodiversidad suelen ser más resilientes en los impactos del cambio climático.
Finalmente, es necesario considerar los impactos potenciales de los parques eólicos marinos sobre el paisaje, algo que es muy importante en el Mediterráneo si se considera la relevancia del turismo costero y marítimo. Los megaproyectos conllevan la industrialización de la costa: por un lado, debería ampliarse la capacidad de los puertos cercanos para la logística relacionada con la construcción y el mantenimiento de los parques eólicos marinos. Y, por otra, los mismos puertos podrían albergar en un futuro otras grandes infraestructuras, como las de producción de hidrógeno.
Es necesario, por tanto, racionalizar la carrera de propuestas de eólica marina, aplicando el principio de precaución. Debe considerarse el enfoque ecosistémico, es decir, que no sólo se tengan en cuenta la diversidad de especies y hábitats, sino también las funciones ecológicas para diferentes especies (zonas de alevinaje, zonas de alimentación, zonas de puesta, etc.) y los bienes y servicios de los ecosistemas asociados. Es necesario, también, que se realice un diagnóstico independiente de lo que propongan las empresas, sobre el impacto ambiental, económico y social (incluido el paisajístico y cultural) de este tipo de instalaciones. Por último, es necesario que, de forma preferente, los parques eólicos no se instalen en áreas marinas protegidas y zonas adyacentes.
Josep Lloret es director de la Cátedra Océanos y Salud Humana de la Universitat de Girona