Durante tiempo, Enrique Barro intentó aprovechar al máximo el material escolar. Ha afilado el lápiz poco a poco hasta convertirse sus serrín en collages serpentines multicolor, las puntas en pastillas medicinales que no necesitan prescripción o el polvo en un dibujo de inspiración mironiana. El resultado eran unas obras minuciosas de influencia pop y carácter festivo que unían la poesía visual de Brossa con la acidez de Damien Hirst.
Buscador infatigable, coge ahora un nuevo rumbo. Este verano presenta en Espai Tónic la muestra Solo Show, en el que reflexiona desde una posición crítica e irónica sobre la naturaleza de las obras artísticas y la (conflictiva) relación con el mercado del arte. «Pasen y vean, señores, y sobre todo llévese un souvenir», Barro dixit.
Artista nómada, ha pasado temporadas en Estados Unidos, en Polonia, Barcelona y México pero desde hace unos años la base de sus operaciones está en el Baix Empordà.
Su obra se ha expuesto en las galerías barcelonesas N2, Joan Gaspar y Miquel Alzueta o en las madrileñas SLOWTRACK y Juan Grisso. Ha sido finalista durante dos años consecutivos de los Premios de Pintura y Escultura de la Fundación Vila Casas.
(Barcelona, 1986) Palau Sator
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