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Josep Matés

«PARA MÍ LA CERÁMICA NO ES UN TRABAJO, ES UNA MANERA DE VIVIR»
Por Emma Aixalà Fotos Paula da Lua

La luz del sol se extiende como una alfombra por la entrada de su taller de Fonteta. No es un espacio muy grande y está lleno de tierra, estantes, piezas, fragmentos e ideas que esperan ser capturadas con sus manos. Josep Matés es alfarero, un apasionado arqueólogo de viejos oficios y, por encima de todo, un hombre feliz haciendo lo que le gusta.

La necesidad de hacer y deshacer con las manos la he sentido siempre, ya de pequeño era feliz así, revolviendo cosas, montando, desmontando, tocando el territorio y sus materiales. Me sentía muy a gusto y muy en paz.

¿Y cuándo descubriste la cerámica?

Hasta diecisiete años estudié delineación, pero no encajaba en el sistema educativo porque no me despertó ni interés ni curiosidad, así que lo dejé e hice un curso de formación ocupacional en la Escuela de Cerámica de la Bisbal pensando que, al tratarse de cosas manuales, me gustaría alguna.

¿Fue así?

Sí, y en el segundo año combiné la formación con el trabajo de aprendiz en un taller de cerámica. Cada vez conectaba más y al cabo de unos años me dije a mí mismo que quizás sí que podría ganarme la vida de esta manera.

¿Qué es lo que más te gusta?

Creo que es utilizar sentidos que hoy en día nos hacen creer menos necesarios, como el tacto, la visión o la intuición. Este trabajo me permite interactuar con varios elementos hasta el punto de considerar que la cerámica no es un trabajo, es una forma de vivir. Me despierto contento pensando en las piezas que debo hacer, siempre me ofrece cosas nuevas y momentos agradables durante el proceso de elaboración. Me lo da todo.

Dices que no te consideras artista, ¿por qué?

Porque lo que me atrae de mi trabajo no es la parte de creación, sino la conexión con la raíz utilitaria y funcional. Yo soy alfarero, y eso significa trabajar los materiales primarios para conseguir un objeto intentando que el procedimiento sea lo más manual posible. Un objeto que sea útil a una persona o animal. Ahora estoy trabajando para el proyecto Pop de la Fundación Alive haciendo unos cadups o recipientes que ponen en el mar para contribuir al estudio de esta especie.

Al margen de colaboraciones como ésta, de las reproducciones de piezas de excavaciones y de la cerámica que realizas para algún taller, ¿cuál es el camino que te distingue?

Desde el principio me encaminé hacia una línea que sigo desarrollando ahora: realizar la cerámica que más me gusta, la cerámica negra, y cocerla como se había cocido siempre, con fuego.

Recuperar un antiguo oficio conlleva investigación...

La posibilidad de investigar y recuperar la memoria de la gente es vital para mí, me aporta mucha información.

¿Alguna de estas personas te ha marcado especialmente?

[Piensa] Por ejemplo Lluís Pla, que murió con noventa años. Era un hombre de bosque con una sensibilidad especial y no sólo vivió del bosque sino para el bosque, porque ya de mayor nos transmitió todo lo que había aprendido. A mí me dio mucha seguridad para seguir haciendo lo que hacía, y lo digo porque en esta sociedad estamos siempre demasiado pendientes de la aceptación y aprobación de los demás, siempre estamos dudando. Conocerle y pasar ratos con él me hizo creer en lo que hago.

Los antiguos oficios y el fuego vertebran un proyecto que impulsas con un grupo de voluntarios: la recuperación de viejos hornos de Les Gavarres. Ha hecho cocidas tradicionales de baldosas y cal y ahora prepara una para extraer pegamento negro. ¿Qué sabías de este material?

En el yacimiento de Empúries me habían explicado que la pega se usaba para impermeabilizar las ánforas de vino y así poder reutilizarlas y sabía que era una actividad genérica en toda la Península, concentrada en lugares de altura y presencia de pino. E investigué: encontré un testigo que me dijo que en las Gavarres se obtenía, localicé a Isidro Tarrés, que vive en la Seu d'Urgell, y me explicó que su padre iba hasta Súria cada invierno para trabajar en un horno de pegamento, y fui hasta Burgos para ver el proceso. Con soporte y permisos, la primera quema de la pega se hará en la próxima Fiesta de la Carbonera de Forallac en un horno hecho por nosotros mismos.

¿Cómo se obtiene la pega negra?

Desde la edad media el sistema es éste: del pino hay que extraer la teia (que es la madera más resinosa), se debe ir colocando de una manera concreta dentro de un agujero en el suelo que debe estar caliente y, cuando esté lleno, hay que prenderle fuego por arriba. La tea debe quemar de forma controlada para que el zumo negro vaya cayendo y se desplace por un tubo subterráneo hasta un segundo recipiente por efecto de la gravedad. Este líquido negro es alquitrán vegetal y, cuando todavía está caliente, se quema de nuevo hasta que queda como un chicle. Entonces el fuego se ahoga y la pega líquida se baja hasta un tercer recipiente, donde se deja enfriar. Y ya tenemos el producto final.

¿Qué usos tenía?

Se hacían cataplasmas para personas con problemas pulmonares, para que los pescadores pudieran extraer espinas de los erizos, para calafatear embarcaciones de madera, para impermeabilizar cerámica, cuerdas y velas de los veleros, para marcar el ganado hasta volver a esquilarlo. .. Imagínate, sin saber leer ni escribir la gente era capaz de resolver muchos problemas de su entorno!

¿Después de este proyecto vendrá otro igualmente relacionado con el fuego?

[Sonríe] Un horno de vidrio. Conozco un par aquí. De hecho, el historiador Pep Matas escribió el libro El puente de las dobles, en el que recoge los pleitos judiciales en torno a este puente de Cruïlles, que llevaba a un horno de cristal.

Estamos en el siglo XXI, ¿por qué es tan importante recuperar todas estas prácticas?

Porque lo que ha funcionado, funcionará siempre y, si nadie lo recupera, lo pone en práctica, lo aprende y lo traslada, se perderá el conocimiento transmitido de forma oral a lo largo de los siglos. Tenemos el deber de rescatar ese patrimonio y poco tiempo para hacerlo: en veinte años no quedarán testigos directos.