La decisión de construir una nueva bodega responde a los valores que han sido los pilares de la empresa desde sus orígenes: la vocación de hacer grandes vinos de calidad y la convicción de apostar por la experimentación y la innovación. También es la culminación de una historia de amor que desde hace un siglo une a la familia propietaria de la compañía y el Empordà.
La familia Suqué-Mateu ha confiado en la intuición del estudio RCR y la pureza de su arquitectura, basada en el respeto por el paisaje preexistente y en priorizar la vertiente emocional y experiencial del espacio resultante.